Yo era administradora de la sala de ventas de una empresa de cerámica y pinturas. En un día de mucho estrés debido a la gran cantidad de clientes que visitaban la tienda, decidí ayudar al equipo de ventas. En un momento, llegó una familia conformada por papá, mamá y una niña de 4 años. Comencé por atenderlos y les mostré casi todos los productos que teníamos en la sala, mientras la niña jugaba en otro lado.
Yo me concentré en mostrarles, sugerirles y recomendarles desde mi punto de vista los productos a los esposos, sin antes haberles preguntado que era exactamente lo que deseaban o quién iba a ser el usuario del área a remodelar.
De pronto, la mamá le preguntó a su hija de 4 años “¿Qué opinas de las cerámicas que nos mostraron?, la niña respondió: “no mamá, no me gustó nada de lo que nos mostró la señora” posterior a esto la señora me agradeció por la atención y abandonó la tienda.
Debo reconocer que en ese entonces no tenía tanta experiencia y entrenamiento como hoy, fue por ello que cometí un gran error que sólo con el paso del tiempo conseguí entender.
Entrenador: Gabriel Rodrigo Toro J.